Un Faro de Esperanza | Tercer Faro: La desconexión, una renovación en nuestra mente
- Benjamín Rodríguez
- 5 may
- 4 Min. de lectura

Romanos 12:2 NVI
“No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cómo es la voluntad de Dios: buena, agradable y perfecta.”
Para concluir esta serie de devocionales sobre la Salud Mental, me gustaría comenzar explicando qué es la mente. Podemos definirla como el conjunto de capacidades cognitivas que nos permiten percibir, pensar, recordar y ser conscientes del mundo que nos rodea.Hablar de Salud Mental es abordar un tema amplio y complejo. No se trata simplemente de la ausencia de trastornos, sino del bienestar integral que nos permite funcionar adecuadamente en nuestro entorno.
Nuestra salud mental influye en nuestras emociones, pensamientos, relaciones sociales y en la forma en que nos comportamos.Por eso, cuando enfrentamos ansiedad, estrés, apatía u otras dificultades emocionales, muchas veces estamos lidiando con una batalla interna: pensamientos acelerados, temores constantes o incertidumbre. Estos estados no solo afectan nuestra relación con nosotros mismos y con los demás, sino también con Dios.
Nuestra salud mental influye en nuestras emociones, pensamientos, relaciones sociales y en la forma en que nos comportamos
Es fácil quedar atrapado en un ciclo de pensamientos negativos y miedo, incluso cuando las circunstancias no parecen tan graves desde fuera.Cuando apartamos la mirada de Dios, quien es nuestro faro de esperanza, y nos enfocamos en nuestros temores, es fácil comenzar a hundirnos. Pero siempre hay una salida. Aun en medio del caos mental, podemos encontrar paz.
El tercer y último faro de esperanza que quiero compartir es la desconexión. Nuestro cerebro, como cualquier otra parte del cuerpo, responde a lo que le damos. Así como la comida afecta nuestra salud física, la información y los estímulos que recibimos afectan nuestra salud mental. Si alimentamos nuestra mente con miedo, comparación, negatividad o desesperanza, tarde o temprano esto influirá en nuestro bienestar emocional y mental.
Por eso, la desconexión se convierte en un acto necesario. Desconectarse puede significar apagar los dispositivos móviles y salir a caminar, meditar en las Escrituras, escuchar música edificante, llamar a un amigo cuando siente que está cayendo en una espiral de pensamientos negativos, o simplemente pasar un tiempo de intimidad con Dios en oración.Desconectarse no es negar la realidad ni ignorar los problemas.
Es una pausa intencionada para recobrar fuerzas, reenfocarnos y permitir que Dios renueve nuestra mente. El enemigo siempre buscará atacarnos en nuestros pensamientos. Quiere robarnos la paz, sembrar temor, hacernos creer que nunca cambiaremos. Cuando hemos alimentado por mucho tiempo pensamientos de inseguridad o temor, el cerebro crea vías neuronales que refuerzan ese patrón de pensamiento.
Es como un sendero: cuanto más lo recorremos, más fácil se hace transitarlo. Por eso es tan fácil volver al miedo y la ansiedad si no cambiamos la dirección de nuestros pensamientos.Sin embargo, como nos recuerda el apóstol Pablo, podemos ser transformados mediante la renovación de nuestra mente. ¿Qué significa esto?La neurociencia nos enseña que el cerebro tiene la capacidad de cambiar.
A esto se le llama neuroplasticidad: la capacidad de generar nuevas conexiones, aprendizajes y experiencias. En otras palabras, podemos crear nuevos senderos mentales. Por esta razón, es vital dejar de alimentar lo que nos daña: pensamientos negativos, malos hábitos, personas que nos alejan de Dios. En su lugar, debemos renovar nuestra mente mediante la meditación en la Palabra, la oración, el ayuno y la búsqueda constante de Su presencia.
Debemos renovar nuestra mente mediante la meditación en la Palabra, la oración, el ayuno y la búsqueda constante de Su presencia.
Así, construiremos nuevas vías neuronales que nos permitan comprender que la voluntad de Dios es buena, agradable y perfecta.Por último, me gustaría hacer hincapié en la historia del Apóstol Pedro, cuando Jesús lo invitó a caminar sobre las aguas.
“—Señor, si eres tú —respondió Pedro—, mándame que vaya a ti sobre las aguas. —Ven —dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. Pero al sentir el viento, tuvo miedo y, al comenzar a hundirse, gritó: —¡Señor, sálvame!”Mateo 14:28-30 (NVI)
Pedro comenzó a hundirse cuando quitó la mirada de Jesús y la puso en el viento. Al igual que él, usted y yo podemos llegar a experimentar miedos que nos paralizan. Pero la historia no termina con Pedro arrastrado por el mar: Jesús le extendió la mano y lo salvó.
Lo mismo que Jesús hizo con Pedro y con Jonás cuando clamaron a Él en medio de la desesperación, lo hace con nosotros. Él es nuestro faro en medio de la tormenta. Nos toma de la mano, nos levanta y nos consuela incluso en nuestras batallas más intensas.Para cerrar esta serie de devocionales sobre Salud Mental, quiero recordarle que siempre hay esperanza. No importa cuál sea su historia o su dolor, Dios tiene un propósito para todo.Cuando los miedos quieran dominar su mente, recuerde: Jesús está cerca, listo para ayudarle. Si mantiene su mirada en Él, Su presencia le sostendrá y le dará una paz que sobrepasa todo entendimiento.
Una oración para hoy
Padre Celestial, gracias por estar cerca de mí. Ayúdame a encontrar formas de descansar, de desconectarme del ruido del mundo y de reconectarme Contigo. Gracias por sostenerme. Te pido que guardes mi corazón y mi mente de las preocupaciones de este mundo. Cúbreme con Tu perfecta paz. Muéstrame cómo estás usando esta batalla para Tu gloria, y ayúdame a confiar en Ti con todo mi ser. En el nombre de Jesús, amén.
Recuerde, Dios está presente y se preocupa por usted. Siempre le ayudará a lo largo de su viaje de Salud Mental por medio de Su gracia.
Que el Señor le bendiga y le guíe en este camino
Psic. Benjamín Rodríguez
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